Se encontraban sentados frente a frente en cómodos sillones cerca de la chimenea.
La situación era imposible de explicar, lo cual no era diferente a como había sido desde hacía varias horas. Sin embargo, todo parecía haber cambiado.
Iván contempló el vaso de vino que sus dedos abrigaban, tratando de recordar donde lo había conseguido, o mejor, qué vidas había destruido para obtener el licor.
La calma que su rostro demostraba era una ilusión perfeccionada a lo largo de los años. Hace algún tiempo hubiese usado esa misma técnica para ocultar sevicia, emoción o anticipación. En esta ocasión, Iván trataba con toda sus fuerzas ocultar terror y miedo.
Era una esperanza perdida e Iván lo sabía. A pesar de su relajada expresión, Iván sabía que en ese mismo instante Jacobo estaba oliendo el miedo emanar de su cuerpo. El mismo miedo que hacía pasar cosas por la mente de su amigo, cosas que Iván conocía bien, pues de no ser por los eventos de la noche anterior, esos pensamientos serían los suyos propios.
Como resultado de semejante deducción, Iván sabía exactamente cuál era el dilema en la mente de Jacobo: si matarlo, o dejarlo vivir.
Al otro lado del salón, casi de espaldas al ya extinto fuego de la chimenea, Jacobo miraba a Iván con hambre en sus ojos. “Y bien, mi viejo amigo… ¿qué vamos a hacer ahora?”
Iván se permitió una pausa antes de responder, los latidos de su corazón le resultaban ruidosos y entrometidos, y al mismo tiempo le llenaban de alegría. Iván no había sentido su corazón latir en mucho tiempo, y a pesar de que no era la primera vez, el mundo entero le parecía un lugar nuevo de repente.
“Tenía la esperanza de que me permitas salir de aquí con vida” dijo Iván finalmente.
“Pero por supuesto,” respondió Jacobo. “Si ya te has ganado ese derecho”
Iván parpadeó y con horror descubrió que Jacobo se había movido. El movimiento en sí no era problemático, sino la velocidad con la que había ocurrido. Parecía como si hubiese pasado de estar sentado en la silla a estar parado junto al bar de manera instantánea. Iván notó cómo Jacobo estaba sorprendido también, era la primera vez que usaba sus nuevos músculos, y con una sonrisa en su rostro aprobó sus nuevas habilidades. El mundo entero era un lugar nuevo de repente, eso también era cierto para Jacobo.
Parado junto al bar como estaba, abrió un gabinete y extrajo una botella encallada en el hielo, procediendo luego a servir el rojo líquido en una copa. El líquido, Iván estaba seguro, era sangre.
“¿Como lograste el cambio?” Preguntó Iván, tratando de mantener su calma exterior.
“Bueno… pasé muchos años investigando tu… condición, fui a lugares lejanos y hablé con hombres santos y mujeres curanderas. La respuesta que encontraba una y otra vez fue que sería imposible, que tu condición era permanente y eterna. Todos aquellos con quienes hablé me recomendaron que lo mejor era terminarte y poner fin a tus sufrimientos.
Pero yo no estaba preparado para rendirme. Fui mas lejos de lo que otros han ido. Y finalmente, en un lugar sagrado, del cual no puedo hablar, encontré los principios y los ingredientes que me llevaron a la solución: una hierba que crece en la oscuridad, una hierba santa que sólo crece en un paraje.
Probé cientos de infusiones, mezclándola con otros ingredientes hasta que encontré la poción perfecta. La poción que una vez ingerida, sería la cura de tu maldición.”
“Pero yo nunca bebí poción alguna” afirmó Iván.
“El plan no era que tú la tomaras” respondió Jacobo.
La comprensión del acertijo le llegó a Iván lentamente. “La poción era para ti.”
“Así es,” asintió Jacobo.
“Entonces tu plan todo el tiempo fue que yo te mordiera.”
“Ese era el plan.”
La revelación de las intenciones de su viejo amigo fue un duro golpe para Iván, por un momento se sintió mareado y confuso. Jacobo parecía comprender lo que estaba ocurriendo.
“¿Recuerdas cuando éramos pequeños y solíamos jugar al rescate?” Preguntó Jacobo.
“Nunca lo he olvidado,” respondió Iván lacónicamente.
Jacobo sonrió brevemente. “Siempre pretendíamos que yo estaba en alguna clase de peligro inminente, quizás colgando de un precipicio, y tu tenías que arriesgar tu propia vida para venir a salvarme… y al final siempre lo lograbas.”
Iván sonrió. “No creo que el juego hubiese sido divertido si te dejaba morir.”
“Pero tu siempre me salvaste, aún cuando necesité quien me diera dinero para comer, o ropas para vestir, incluso cuando jugábamos, tu siempre arriesgaste todo lo que tenías para salvarme, en mi corazón siempre sentí que te debía mi vida. Así que por una sola vez, tenía que arriesgar la mía para salvar la tuya.”
“Pero tu no arriesgaste tu vida, tu la entregaste. Supongo que tú sabías bien lo que te iba a pasar si venías a buscarme.”
“Así es, yo esperaba morir, pero no encontré otra manera de hacerlo. Supongo que no había considerado todas las posibilidades”. Jacobo sonrío malevolentemente mientras caminaba despacio hasta su sillón. “Nunca se me hubiese ocurrido que tu escogerías no matarme.”
“Bueno, a pesar de todo tu eres mi mejor amigo” respondió Iván. “Me fue imposible terminar con tu vida.”
“¡Y me alegro por ello!” dijo Jacobo, “al mostrarme tu piedad me entregaste el mas poderoso de los regalos.”
“Yo no lo veo de esa manera… ya no.”
“Por supuesto que no.”
“Pero recuerdo muy bien como se siente. Tan solo ayer mi respuesta hubiese sido diferente si tú me hubieses preguntado si quería recuperar mi humanidad. Te hubiera dicho…”
“Nunca, ni por toda la eternidad,” interrumpió Jacobo.
Iván asintió.
“Y qué piensas ahora…” preguntó Jacobo. “¿Te gustaría recuperar tu Inmortalidad?”
“Muchas gracias, pero me temo que no,” respondió Iván con calma. “Supongo que puedes entenderlo, es lo mismo que hubieses respondido a esa pregunta ayer.”
“Ayer…” Jacobo suspiró. “Ayer yo era un niño que nunca ha abierto sus ojos, un insecto ignorante que va por la vida siguiendo las ordenes y las reglas y las expectativas de otros. Ahora soy libre mi viejo amigo, gracias a ti ya no soy un esclavo. Una vez mas, me has salvado.”
“No mi amigo,” respondió Iván, al tiempo que lagrimas se formaban en sus ojos. “Tu eres el que me ha salvado esta vez. Quizás no te des cuenta por un buen tiempo, pero un día vas a extrañar el latido de tu corazón, y vas a desear que la sangre que corre por tus venas sea la tuya propia. Un día sin sol vas a preguntarte que ha pasado con tu alma.”
“Pequeñeces comparas con mi libertad,” respondió Jacobo descartando la idea con su mano. “Y mientras tanto que será de ti… un día vas a envejecer y morir. ¿Acaso eso no te preocupa?”
“Moriré feliz sabiendo que mi alma ha sido salvada.”
“¡Que cosa mas ridícula! Ayer nunca hubieras dicho algo así,” dijo Jacobo a través de los dientes.
“Ni tu tampoco” respondió Iván.
Jacobo meditó por un momento, y luego la malévola sonrisa retornó a su rostro
“Me imagino”, dijo finalmente mirando a su alrededor, “que ya no vas a requerir los servicios de esta lujosa mansión.”
Iván había estado esperando la pregunta, y ya tenía su respuesta preparada. “Te la entrego, tómala, puedes quedártela. Hace algunos años maté a los dueños y me mudé con un grupo de sirvientes que con el tiempo también murieron, ahora tengo que cargar toda esa muerte y destrucción hasta mi propia tumba.”
Jacobo rió estridentemente como si Iván acabara de hacer una broma. “Bueno… supongo que voy a tener que conseguirme mis propios sirvientes.”
“Supongo que si,” dijo Iván mientras se levantaba de su silla. “Y ahora, si me excusas mi querido amigo, ya es tiempo que me vaya.”
“Pero por supuesto,” respondió Jacobo, en su voz más oficial. “Pero antes de que te vayas, tengo un favor que pedirte.”
“Lo que sea,” respondió Iván, con algo de temor en su voz.
“No vengas a buscarme nunca mas, no trates de regresar a salvarme, nuestra amistad termina aquí y ahora.”
Iván miro a su viejo amigo con ojos de roca y madera. “Acepto,” dijo finalmente. “Y también tengo un favor que pedirte.”
“No tienes sino que preguntar.”
“Si tu camino y el mío se cruzan de nuevo, y tu decides beber de mi sangre –lo cual por cierto, es lo que vas a decidir con seguridad – quiero pedirte que no cometas el mismo error que yo he cometido. No me muestres piedad, tan solo mátame.”
Jacobo miró a Iván estupefacto por un momento pero se recuperó rápidamente, y aceptó el pacto.
Los dos hombres se dieron la mano una última vez e Iván salió de la habitación y bajó las escaleras buscando la salida de la mansión, lugar que ahora consideraba maldito. Su corazón le dolía de latir y el peso de los crímenes que había cometido empezó a caer sobre sus hombros. Los rostros de todos aquellos que sufrieron por su diversión se hicieron claros en su mente, para seguirle por siempre, incluyendo el rostro de Jacobo, su mejor amigo en todo el mundo.
Al caminar por el sendero que lo llevaría de regreso al pueblo sintió la sangre navegando por sus venas, y un ligero dolor de baso en su costado, y el aire apurándose a llenar sus pulmones, estaba vivo de nuevo, y con cada paso se encontró silbando una melodía dislocada.
Era feliz por primera vez en mucho tiempo. Su amigo había arriesgado su vida para salvarlo… había esperanza para su alma, después de todo…